6 de abril de 2010

Carta de Américo Vespucio


El Nuevo Mundo

Amerigo Vespucci a Lorenzo Pedro de Medici, salud.

Días pasados muy ampliamente te escribí sobre mi vuelta de aquellos nuevos países, los cuales, con la armada y a expensas y por mandato de este Serenísimo Rey de Portugal hemos buscado y descubierto; los cuales Nuevo Mundo nos es lícito llamar, porque en tiempo de nuestros mayores de ninguno de aquéllos se tuvo conocimiento, y para todos aquellos que lo oyeran será novísima cosa, ya que esto excede la opinión de nuestros antepasados, puesto que de aquéllos la mayor parte dice que más allá de la línea equinoccial y hacia el mediodía no hay continente sino sólo el mar, al cual han llamado Atlántico, y si alguno de aquéllos ha afirmado que había allí continente, han negado, con muchas razones, que aquélla fuera tierra habitable. Pero que esta opinión es falsa y totalmente contraria a la verdad, lo he atestiguado con esta mi última navegación, ya que en aquellas, partes meridionales yo he descubierto el continente habitado por la multitud de pueblos y animales [que] nuestra Europa, o Asia o bien África, y aún el aire más templado y ameno que en otras regiones por nosotros conocidas, como más abajo sabrás, dónde brevemente sólo de las cosas principales escribimos y las más dignas de anotarse y de recordar, las cuales fueron en este nuevo mundo por mí vistas o bien oídas, como más adelante serán referidas.

Orden de la navegación con una grandísima fortuna
Con feliz navegación a 14 días del mes de mayo de 1501 partimos de Lisboa, por orden del mencionado Rey, con 3 naves a buscar nuevos países hacia el austro, y navegamos 20 meses continuamente hacia el mediodía. De la cual navegación el orden es así. Nuestra navegación fue por las islas Afortunadas, así antes nombradas, pero al presente se llaman islas de Gran Canaria, las cuales están en el tercer clima y en los confines del occidente habitado. Luego por el océano recorrimos todo el litoral africano y parte etiópico hasta el promontorio Etíope, así por Tolomeo nombrado, el cual ahora por los nuestros se llama Cabo Verde y por los etíopes Beseguiche, y aquel país Mandanga, en los 14 grados dentro de la zona tórrida de la línea equinoccial hacia la septentrional, la cual por gente y pueblos negros está habitada. Allí recuperadas las fuerzas y las cosas necesarias a nuestra navegación, levamos anclas y desplegamos las velas a los vientos, tomamos nuestro viaje por el anchísimo océano hacia el polo antártico, un poquito hacia el occidente por el viento al cual se llama boltumo; y desde el día que partimos del dicho promontorio, navegamos por espacio de dos meses y 3 días, antes que ninguna tierra apareciera ante nosotros. Lo que verdaderamente sufrimos en aquella inmensidad de mar, qué peligros de naufragios iv cuántas incomodidades físicas padecimos, cuántas ansiedades afligieron nuestra alma], lo dejo a la estimación de aquellos que han conocido bien la experiencia de muchas cosas y de lo que significa buscar lo incierto y aún desconocido. Para que en una palabra, narre brevemente todas las cosas, sabe que de 67 días que navegamos, 44 los tuvimos de continuo con lluvia, truenos y relámpagos, de tal modo oscuros que nunca vimos ni el sol de día, ni serena la noche. Por lo cual nos entró tan gran pavor que ya casi toda esperanza de vida habíamos perdido. En estas verdaderamente tan terribles procelas del mar y del cielo, plugo al Altísimo mostrar ante nosotros el continente y nuevos países y un otro mundo desconocido. La cual cosa vista, nos alegramos tanto como se puede imaginar que ocurra a aquellos que de varias calamidades y de adversa fortuna salen con salud. Exactamente el día 7 de agosto de 1501 surgimos en las costas de aquellos países, agradeciendo a Dios nuestro Señor con solemnes súplicas y celebrando una misa cantada. Allí conocimos que aquella tierra no era isla sino continente, porque se extiende en larguísimas playas que no la circundan y de infinitos habitantes estaba repleta. Y descubrimos en aquella mucha gente y pueblos y toda generación de animales silvestres, los cuales no se encuentran en nuestros países, y muchos otros nunca vistos por nosotros y a los cuales sería largo referirse uno a uno. Muchas cosas por la clemencia de Dios nos fueron dadas cuando a aquella región llegamos, porque como la leña y el agua nos faltaba, por pocos días podíamos prolongar la vida en el mar. A Él el honor y la gloria y la acción de gracias.

Distancia desde el Cabo Verde al continente descubierto

Hicimos consejo de navegar siguiendo el litoral de este continente hacia oriente y no perderlo nunca de vista y en seguida anduvimos tanto tiempo que llegamos a un ángulo donde el litoral volvía hacia mediodía y desde aquel lugar, donde primero tocamos tierra, hasta este ángulo había cerca de 300 leguas. En esta parte de la navegación muchas veces descendimos a tierra y conversábamos amigablemente con aquella gente, como luego sabrás. Había olvidado escribirte que desde el promontorio del Cabo verde hasta el principio de este continente hay cerca de 700 leguas, aunque yo estimo que nosotros navegamos más de mil ochocientas, parte por ignorancia de los lugares y del piloto, y parte por las tempestades y los vientos los cuales impedían nuestro recto viaje empujándonos de un ángulo a otro: que si los compañeros no hubiesen recurrido a mí y que me era conocida la cosmografía, no había piloto, o bien guía de la navegación, que a 500 leguas supiese dónde estábamos, pues íbamos extraviados y errantes, y los instrumentos sólo nos señalaban con exactitud la verdad de los altos cuerpos celestes: y éstos eran el cuadrante y el astrolabio como todos saben. Y así desde entonces grandemente han honrado todos, pues les he mostrado que, aun sin conocimiento de la carta de marear, [la ciencia de la navegación más comprendía] que todos los pilotos del universo mundo, ya que aquéllos no tienen noticia sino de los lugares que muchas veces han navegado. Donde verdaderamente el dicho ángulo de la tierra nos mostró la vuelta del litoral hacia el mediodía, convinimos navegar más adelante y buscar qué cosa había en aquellos países. Por lo cual navegamos siguiendo el litoral cerca de 600 leguas, y muchas veces descendimos a tierra y hablábamos y conversábamos con los del país, y éramos recibidos por aquéllos fraternalmente, y alguna vez estuvimos con ellos 15 y 20 días continuos amigablemente y hospitalariamente, como sabrás luego. De este continente una parte está en la zona tórrida más allá de la línea equinoccial hacia el polo antártico, ya que su principio comienza a los 8 grados más allá de esta equinoccial. Siguiendo esta playa tan largo tiempo navegamos que, pasado el trópico de Capricornio, encontramos el polo antártico en su horizonte más alto que 50 grados, y estuvimos cerca de este círculo antártico en los 17 grados y medio. Y lo que allí he visto y conocido de la naturaleza de aquella gente y de sus costumbres y su afabilidad, y de la fertilidad de la tierra, de la salubridad del aire, de la disposición del cielo y de los cuerpos celestes, y máxime de las estrellas fijas de la 8º esfera, por nuestros mayores nunca vistas o no tratadas, más abajo narraré.

Naturaleza y costumbres de aquella gente
Primeramente pues, en cuanto a las gentes. En aquellos países hemos encontrado tal multitud de gente que nadie podría enumerarla, como se lee en el Apocalipsis: gente, digo, mansa y tratable; y todos de uno y otro sexo van desnudos, no se cubren ninguna parte del cuerpo, y así como salieron del vientre de su madre, así hasta la muerte van. Tienen cuerpos grandes, membrudos, bien dispuestos y proporcionados y de color tirando al rojo, lo cual pienso les acontece porque andando desnudos son teñidos por el sol; y tienen los cabellos abundantes y negros. Son ágiles en el andar y en los juegos y de una franca y venusta cara, que ellos mismos destruyen, pues se agujerean las mejillas y los labios y las narices y las orejas,y no se crea que aquellos agujeros sean pequeños, o bien que tuvieran uno sólo, pues he visto muchos, los cuales tienen, en la cara solamente, 7 agujeros, cada uno de los cuales tenía el tamaño de una ciruela; y cierran ellos estos agujeros con piedras cerúleas, marmóreas, cristalinas y de alabastro, bellísimas y con huesos blanquísimos y otras cosas artificiosamente labradas según su costumbre; y si vieses cosa tan insólita y a un monstruo semejante, esto es un hombre que tiene sólo en las mejillas y en los labios 7 piedras, de las cuales muchas son del tamaño de medio palmo, no dejarías de admirarte, pues muchas veces he considerado y señalado el peso de estas siete piedras en 16 onzas, sin contar que en cada oreja tienen otras piedras pendientes en anillo de 3 orificios; y esta costumbre es sólo de los hombres, pues las mujeres no se agujerean la cara sino sólo las orejas. Otra costumbre hay entre ellos muy atroz y fuera de toda credulidad humana, pues, siendo sus mujeres lujuriosas, hacen hinchar los miembros de sus maridos de tal modo que parecen deformes y brutales, y esto con un cierto artificio suyo y la mordedura de ciertos animal«r venenosos; y por causa de esto muchos de ellos lo pierden y quedan eunucos.No tienen paños de lana ni de lino ni aún de bombasí porque nada de ello necesitan; ni tampoco tienen bienes propios, pero todas las cosas son comunes. Viven juntos sin rey, sin autoridad y cada uno es señor de sí mismo, Toman tantas mujeres cuantas quieren, y el hijo se mezcla con la madre, y el hermano con la hermana, y el primero con la primera, y el viandante con cualquiera que se encuentra. Cada vez que quieren deshacen el matrimonio y en esto ninguno observa orden. Además no tienen ninguna iglesia, ni tienen ninguna ley ni siquiera son idólatras. ¿Qué otra cosa diré? Viven según la naturaleza ,y pueden llamarse más justamente epicúreos que estoicos. No son entre ellos comerciantes ni mercan cosa alguna. Los pueblos pelean entre sí sin arte y sin orden. Los viejos con ciertas peroraciones suyas inclinan a los jóvenes a lo que ellos quieren, y los incitan a la batalla, en la cual cruelmente juntos se matan: y aquellos que en la batalla resultan cautivos, no vivos sino para su alimento les sirven para que sean matados, pues que unos se comen a otros y los vencedores a los vencidos y, de la carne, la humana es entre ellos alimento común. Ésta es cosa verdaderamente cierta, pues se ha visto al padre comerse a los hijos y a las mujeres, y yo he conocido a un hombre, con el cual he hablado, del que se decía que había comido más de 300 cuerpos humanos, y aún estuve 27 días en una cierta ciudad, donde vi en las casas la carne humana salada y colgada de las vigas, como entre nosotros se usa colgar el tocino y la carne de cerdo. Digo mucho más: que ellos se maravillan porque nosotros no matamos a nuestros enemigos y no usamos su carne en las comidas, la cual dicen ser sabrosísima. Sus armas son el arco y las flechas, y cuando se enfrentan en batalla, no se cubren ninguna parte del cuerpo para defenderse, de modo que aún en esto son semejantes a las bestias. Nosotros, cuanto nos ha sido posible, nos hemos esforzado en persuadirlos y en cambiar estas costumbres perversas, que prometieron abandonar. Aunque, como te he dicho, las mujeres andan desnudas y son libidinosas, a pesar de ello sus cuerpos son hermosos y limpios, ni tampoco son tan feas como alguno quizá podría suponer, porque aunque son carnosas, sin embargo no se aparece la «fealdad», la cual en la mayor parte está disimulada por la buena complexión. Una cosa nos ha parecido milagrosa, que entre ellas ninguna tuviera los pechos caídos, y las que habían parido, por la forma y estrechura del vientre no se diferenciaban en nada de las vírgenes, y en las otras partes del cuerpo, las cuales por honestidad no menciono, parecían lo mismo. Cuando con los cristianos podían unirse, llevadas de su mucha lujuria, todo el pudor manchaban y abatían. Viven 150 años y pocas veces se enferman, y si caen en una mala enfermedad a sí mismos se sanan con ciertas raíces de hierbas. Éstas son las cosas más notables que conocí acerca de aquéllos. El aire allí es muy templado y bueno y según pude saber por relación de ellos mismos, nunca [hubo] allí peste o enfermedad alguna, producida por el aire corrompido, y si no se mueren de muerte violenta, viven una larga vida, creo porque allí siempre soplan vientos australes y máxime aquel que nosotros llamamos euro, el cual es, para ellos lo que para nosotros el aquilón. Se deleitan pescando, y aquel mar es muy apto para pescar, porque es abundante de toda especie de pescados. No son cazadores, pienso porque habiendo allí muchas generaciones de animales silvestres, y máxime leones y osos e innumerables serpientes y horribles y deformes bestias, etiam selvas grandísimas y árboles de inmenso tamaño, no se atreven a exponerse desnudos, y sin defensa alguna ni armas, a tantos peligros.

Fertilidad de la tierra y calidad del cielo
La tierra de aquellos países es muy fértil y amena, y de muchas colinas, montes e infinitos valles, regada por grandísimos ríos y salubérrimas fontes, y co llena de dilatadísimas selvas densas, y apenas, penetrables. Árboles grandes arraigan allí sin cultivador, de los cuales muchos frutos son deleitables al gusto y útiles a los humanos cuerpos, otros verdaderamente al contrario, y ningún fruto es allí semejante a los nuestros. Se producen allí innumerables especies de yerbas y raíces, de las cuales hacen pan y óptimas viandas, y tienen muchas simientes absolutamente disímiles de éstas nuestras. Ninguna especie de metal allí se encuentra, excepto oro, el cual en aquellos países abunda, aunque nada de ello hemos traído nosotros en esta nuestra primera navegación; y de esto nos dieron noticia los habitantes, los cuales nos afirmaban que allá tierra adentro había grandísima abundancia de oro y que entre ellos no es estimado en nada ni tenido en aprecio. Abundan las perlas, como otras veces te he escrito: si quisiera recordar todas las cosas que allí hay y escribir sobre las varias generaciones y multitud de animales, sería cosa de todos modos prolija y considerable. Y creo ciertamente que nuestro Plinio no haya tocado la milésima parte de la generación de los papagayos y del resto de los otros pájaros e igualmente animales que están en aquellos mismos países con tanta diversidad de figuras y de colores, que Policleto, el artífice de la perfecta pintura, habría fracasado en pintarlos. Todos los árboles allí son olorosos v mana de cada uno goma, o bien aceite, o bien cualquier otro licor, de lo;, cuales, si las propiedades nos fueran conocidas, no dudo que a los humanos cuerpos serían saludables. Y ciertamente si el Paraíso Terrenal en alguna parte de la tierra está, estimo que no estará lejos de aquellos países. De los cuales el lugar, como te he dicho, está al mediodía, en tanta templanza de aire que allí nunca se conocen ni los inviernos helados ni los veranos cálidos.

Las estrellas de aquel polo antártico
El cielo y el aire una gran parte del año están serenos y vacíos de densos vapores. En aquél lugar las lluvias caen menudamente y duran por 3 o 4 horas, y se disipan a semejanza de una niebla. El cielo está adornado de bellísimos signos y figuras, en los cuales yo he notado cerca de 20 estrellas de tanta claridad como algunas veces hemos visto a Venus y Júpiter. Los movimientos circuitos de ellas he considerado y, he medido su circunferencia y diámetro simplemente por métodos geométricos,y he conocido ser ellas de mayor magnitud. vi en aquel cielo 3 Canopos, 2 verdaderamente claros y el otro oscuro. El polo antártico no está representado por la Osa mayor y menor, como nuestro ártico aparece, ni cerca de aquél se ve estrella alguna clara; y, de éstas las que son impulsadas con breve circuito alrededor de aquél, 3 son las que tienen la figura del triángulo ortogonal, de las cuales la que está en el medio tiene 9 grados y medio de circunferencia, y cuando éstas surgen por la izquierda se ve un Canopo blanco de singular grandeza, cuando llegan a la mitad del cielo tienen esta figura:
Después de éstas vienen otras dos, de las cuales la del medio tiene la circunferencia de 12 grados y medio de diámetro y, con ellas se ve otro Canopo blanco. Y a éste seguían otras 6 estrellas bellísimas y clarísimas entre todas las otras de la octava esfera, de las cuales, en la superficie del firmamento, la del medio tiene la circunferencia de 32 grados de diámetro, y con ellas va un Canopo negro de una gran magnitud, y si se ven en la Vía Láctea, cuando están en línea meridional tienen esta figura:

Cosas de este hemisferio que rechazan los filósofos
Muchas otras estrellas bellísimas he conocido, los movimientos de las cuales he notado diligentemente y muy bien descrito, especialmente durante esta mi navegación, en un cierto librito mío, el cual al presente tiene este Serenísimo Rey, que espero me lo restituirá. En aquel hemisferio he visto cosas no conformes a la razón de los filósofos: la blanca Iris cerca de la medianoche ha sido vista dos veces, no solamente por mí sino por todos los marineros; asimismo muchas veces hemos visto la luna nueva en el día en que con el sol se juntaba. En aquellas partes del cielo cada noche cruzan en todas direcciones muchísimos vapores y luminarias. Te dije un poco antes:«aquel hemisferio», a pesar de ello, hablando con propiedad, no es del todo hemisferio con respecto del nuestro; sin embargo, porque se asemeja a tal forma, así me ha parecido llamarlo.

Forma de la cuarta parte de la tierra descubierta

Pues bien, como te he dicho, desde Lisboa donde nosotros partimos, que de la línea equinoccial está distante 39 grados y medio, y navegamos más allá de la línea equinoccial por 50 grados, los cuales unidos hacen 90 grados, la cual suma alcanza a la cuarta parte del círculo máximo, según la exacta razón del medir dada a nosotros por nuestros antepasados; es pues cosa manifiesta, haber navegado nosotros la cuarta parte del mundo. Y por. Esta razón nosotros, los que habitamos Lisboa cerca de la línea equinoccial 39 grados y medio de latitud septentrional, estamos respecto a aquellos que habitan a los 50 grados de latitud meridional, más allá de la misma línea, angularmente en el quinto grado en la línea transversal; ypara que esto más claramente entiendas, la línea perpendicular que mientras nosotros estamos derechos, cae sobre nuestra cabeza desde el más alto punto del cielo en nuestro vértice, a aquéllos cae de lado y en los costados. De lo cual resulta que nosotros estamos en la línea recta ellos en la transversal, formando un triángulo octogonal, de las cuales líneas nosotros hacemos las veces [del cateto, y ellos de la base, y la hipotenusa se extiende de nuestro a su vértice], como por la figura resultará evidente. Y estas cosas dichas de la cosmografía son más que suficientes.

Por qué este libro se llama «Tercera jornada»

Éstas fueron las cosas notables que he visto en esta mi última navegación, que yo llamo la tercera jornada, ya que las otras dos jornadas. Fueron otras dos navegaciones que por mandato del Serenísimo Rey de España hice hacia el occidente; en las cuales he notado la milagrosa perfección de aquel sublime Creador de todo, Dios nuestro: de todas las cosas notables he hecho un diario, de modo que si alguna vez se me diese tiempo, pudiera todas estas cosas una a una admirablemente reunir, y componer un libro o bien de geografía, o bien de cosmografía, de modo que la posteridad de mí tuviera recuerdo y del omnipotente Dios un tan inmenso artificio, en parte por nuestros antepasados ignorado, pero conocido por nosotros e conociese. Ruego pues al clementísimo Dios que me prolongue los días de la vida, para que con Su buena gracia y con salud del alma de esta mi voluntad la óptima disposición pueda ejecutar. Las otras dos jornadas en mi fuero interior me las reservo, y restituyéndome este Serenísimo Rey la jornada tercera, me esforzaré en volvera la patria y a la quietud, donde podré conferir con los peritos y acabar esta obra por los amigos confortado y ayudado.

Excusaciones de y cuál es su pensamiento

Yo te pido perdón si esta mi última navegación, o bien última jornada, no te la he mandado, como por mis últimas cartas te había prometido: creo que tú entiendes la causa, que de este Serenísimo Rey ni aún los libros he podido tener. Yo pienso que aún haré la jornada cuarta y resuelto que yo tenga esto, ya nos han hecho la promesa de dos naves con sus armamentos a fin de que me apreste a buscar nuevas regiones hacia mediodía de la banda de levante por el viento que se llama ábrego. En la cual muchas cosas pienso hacer en alabanza de Dios y utilidad de este Reino y honor de la vejez mía; y ya nada más espero, sino la licencia de este Serenísimo Rey: Dios permita que ello sea para bien. Sabrás aquello que se haga.

Contra la audacia de quien quiere saber más de lo que es lícito

El intérprete Iocondo ha traducido esta epístola de la lengua española á la romana para que los latinos entiendan cuántas admirables cosas en el viaje se encuentran y se abata la audacia de aquellos que del cielo y de la majestad quieren investigar y saber más que lo que es licito, ya que desde tanto tiempo que el mundo ha comenzado, no se ha descubierto la grandeza de la tierra y lo que en ella se contiene

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